Exposición individual «Esquizografías latentes» de Aristides Rosell. Colabora Universidad Politécnica de Valencia a través del Departamento de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes.

Enero 2020

El sueño de la razón

El artista y agitador cultural, cubano de nacimiento, nacionalizado por acción y devoción russafí,  Aristides Rosell, (La Habana, 1965), abandona su letargo de reclusión interior, para descubrirnos los fantasmas que sacuden a su existencia creativa con la exposición: Esquizografías o Los grafos de la esquizofrenia.  Es conocido que el cerebro humano cuenta con una compleja red de regiones interconectadas estructural y funcionalmente. Entre las funciones cerebrales que se le atribuyen, este actúa como una trama del cerebro, como un todo, el conectoma humano (el genoma humano del cerebro). Existe también la disfunción cerebral producida por conexiones anormales de la red neuronal y este debe haber sido el punto donde Rosell explora en las heridas que no cicatrizaron y en su oportuna coexistencia. El refinamiento en el dibujo que trabaja con plumilla, tinta china o lápiz, coquetea con el puntillismo, en desesperada búsqueda de respuestas a cuestiones que se retuercen en su ser hasta provocar el dolor, que agujas, punzones e incisiones, narran en una obra que precisa de tiempo y concentración para llegar a entenderla.  Centra su monocromátismo en el negro, el color como anécdota estalla en rojo carmesí en pocas ocasiones. Tanta belleza y sufrimiento unidos, se mudan del propio cuerpo en una tormentosa exploración hacia una vida más placentera, que huya de las encarnaciones. Una metáfora de herramientas de crucifixión, donde la religión propicia que los clavos diseccionen al cuerpo humano, roto y enredado aclama la reencarnación o se excomulga por un pecado que puebla su culpa, en un subconsciente que recuerda la iconografía cristiana. Si reparamos en el número 43, de un total 80 grabados al aguafuerte de la serie fechada en  1799, Los Caprichos del pintor español Francisco de Goya (1746- 1828), en el titulado; “El sueño de la razón produce monstruos”, tal vez descubramos que los monstruos, en la historia humana, no son nuevos, y conviven con cada uno de nosotros, desde lo onírico, hasta el despertar. En este caso tenemos dos vías, convivir con ellos hasta rozar una locura delirante o combatirlos de cualquier modo hasta derribarlos, que es la opción que el artista escoge. Aristides Rosell, asegura: “vivo las ensoñaciones como si fueran experiencias vitales”, por ello arma a su ejército de un lenguaje que se expresa sobre un papel en blanco, incluso sobre tabla, y establece un recorrido por sus “Caprichos”, que aunque en el su caso no son grabados sino dibujos hechos a plumilla con gran preciosismo gráfico,  nos remite en muchos aspectos al lenguaje del aguafuerte. El universo de Rosell, es un universo plagado de alegorías que salen de lo profundo de su alma, símbolos que reproducen un universo íntimo plagado de referencias. En algunos casos son ficciones sacrílegas  o en otros sueños caníbales. Pero todas sus imágenes nos despiertan un desasosiego a la hora de mirarlas que nos revuelve las tripas. Heridas, dolor, agujas refinadas de acupuntor oriental, incisiones, encarnaciones y roturas del cuerpo, son algunas de las imágenes que muestra y se repiten. Desnuda a la esencia más íntima de ser humano, en muchos casos fragmentando cuerpos para recomponerlos de forma aleatoria, incluso se reconocen viñetas que narran una historia cuyo orden solo conoce el artista. Herramientas, pinchos, punzones son algunas de las maneras en que se relaciona en cuerpo con su entorno en imágenes con referencias religiosas en las que la cruz aparece en mas de una ocasión. Tanto simbolismo nos refieren a nuestro subconsciente más profundo y el artista cubano-russafí nos descubre: “se trata de un acto reflejo del dolor, las perforaciones, elementos que penetran y los absurdos del pensamiento».  Ya el gran maestro surrealista, Salvador Dalí (1904-1989), en su “gran masturbador” plasmaba unas referencias simbólicas que mostraban sus miedos y obsesiones. Arístides retoma estas imágenes en las que muestra el dolor y el placer, la rotura y la descomposición, el sexo en muchos casos fagocitador y cruento.  No cabe duda que se deja llevar por un impulso -controlado- que requiere del orden para orientar la composición y rozar la exquisitez de cada obra.

Chele Esteve Sendra